Si os preguntan qué colectivos son los más discriminados
dentro de un deporte ya de por sí minoritario como es el nuestro, ¿qué diríais?
Probablemente diríamos que las mujeres kayakistas, o los canoistas, o algunos
dirían que eso es mentira y que no hay discriminación a ninguna modalidad.
Las mujeres piragüistas practicamos un deporte
tradicionalmente considerado “de hombres”, con la consiguiente discriminación a
la hora de los reconocimientos por nuestros resultados, o decirnos que si
tenemos buenos resultados es porque somos menos. También parte de las críticas
vienen de fuera de nuestro deporte. Socialmente, una mujer desarrollada
muscularmente suele sufrir bastantes críticas gracias a los maravillosos
estereotipos.
Los canoistas también sufren, sufren mucho. Sufren por
entrenar y competir en una postura que no es para nada cómoda, ni sana, para el
cuerpo. Tienen un mérito que pocas veces es reconocido, con los mismos
argumentos: los resultados vienen porque hay pocos.
En la prensa, en las recompensas económicas de algunas
competiciones, en el mismo reglamento, etc, las mujeres y los canoistas estamos
siempre por detrás del hombre kayakista.
Pero el tema de hoy no es la discriminación a mujeres
kayakistas ni a canoistas, el tema de hoy va sobre todas las valientes que han
cambiado sus kayaks (aunque haya muchas que compaginen los dos) por una canoa.
En Asturias, comunidad que presume de referente a nivel
nacional en el piragüismo, hay menos de 10 mujeres canoa, incluso me atrevería
a decir que hay menos de 5. Como no me gusta escribir de lo que no conozco,
respecto a Asturias pondré de ejemplo a tres mujeres muy jóvenes y valientes
que compiten en la categoría cadete, y que, al menos a dos de ellas, conozco
muy bien, y veo cada día sus progresos y sus mejoras. Ahora mismo tienen la
suerte de ser tres, de dos clubes diferentes (Los Gorilas de Candás y la
Fertiberia Asociación Atlética Avilesina) por lo que, si las tres salen al
agua, sus esfuerzos servirán para ayudar al club. Pero no siempre es, ni ha
sido, así. En algunas regatas si una de ellas no sale al agua, lo que hagan las
otras dos, su esfuerzo, el de sus entrenadores que están con ellas día a día,
no será recompensado en forma de puntos para los clubes. Está claro que el reglamento
es el que es, y exige tres deportistas de dos clubes diferentes, pero, como
todo cuando empieza, la canoa femenina merece, y necesita, un poco de apoyo,
para promocionarse y ayudar a que se extienda.
El año que viene, una de ellas será juvenil, y si no aparece
otra mujer canoa juvenil, el año que viene tendrá que competir sola. Igual que
si no empieza otra cadete, siendo una y dos respectivamente, en muchas regatas
no puntuarán.
Estos días se habló mucho de un caso en Castilla y León, la
canoista Paula Domínguez compitió en el Campeonato de Castilla y León de
Invierno, en la distancia de 5000 metros. Pero no solo compitió en canoa,
compitió también en kayak. Dobló pruebas, siendo probablemente la única del
campeonato en hacerlo - salvo veteranos que reman de veterano y de senior -.
¿La recompensa? Se olvidaron de entregarle su medalla de Campeona de Castilla y
León, además de que el club no recibió ni un solo punto por tener a una chica
campeona de Castilla y León entre los suyos.
Con esto no quiero decir que los puntos sea lo único
importante, pero todos sabemos que cuanto más arriba estemos como club en la
clasificación, más fáciles - o menos difíciles - vamos a tener las cosas.
En fin, que en Tokio 2020 la mujer canoa será - por fin -
olímpica, y si queremos que se repita la gesta de nuestro deporte en Río,
debemos apoyarlas más, y apoyar a los clubes, que al fin y al cabo es donde se
elige la modalidad de cada uno.
Laura Cabanas Fernández.